Una pregunta muy frecuente es de dónde nace nuestra típica eñe, ¿pero alguna vez os habéis preguntado por la i? ¿Por qué lleva un punto? La i procede de la iota griega, que en un principio se escribía sin punto, hasta que en los siglos XII y XIII se desarrolla la escritura gótica, con letras verticales, rectas, uniformes, muy juntas y sin espacio entre las palabras para ahorrar pergamino. En este momento la lectura resulta muy complicada y algunos calígrafos le ponen una raya a la i para diferenciarla. Después fue Gutenberg quien adoptó este tipo de caligrafía, de manera que ya se terminó de fijar la convención para poner un punto sobre la i.
¿Y la jota? La jota no existía en el alfabeto del latín clásico (ni en otras lenguas romances), pero se incorporó a los alfabetos occidentales para satisfacer las fonéticas regionales, representando una “i-larga”. Al ser una letra creada a partir de la i también se escribe con punto.
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